La noche del referéndum
Al contrario que en las grandes ciudades, en los pequeños pueblos de Cataluña se jugaban algo más en la lucha por defender su derecho al voto. La convivencia entre vecinos es más cercana, los mossos —supuestos encargados de requisar las urnas y precintar los colegios— son conocidos. Si conseguían su propósito de cerrar los centros de votación, la estrategia del censo universal hubiera sido más difícil de aplicar, pues tendrían que haberse desplazado a otras localidades —donde quizás se encontraran también precintados los centros— para poder votar y, tras la batalla del 1-O, debían seguir viéndose las caras. Por otro lado, podría suceder que fuera la Guardia Civil o la Policía Nacional las que hicieran acto de presencia. Eso supondría otro escenario más difícil de manejar.
La organización vecinal fue primordial. Esa noche se cenaba, dormía y desayunaba fuera de casa, en las escuelas y los ayuntamientos de los pueblos. La comunicación entre ellos se estableció a través de grupos de Whatsapp e iban siguiendo las novedades en otros sitios de Cataluña también por las redes sociales. La estrategia básica consistía en hacer frente a la acción de los mossos de forma pacífica, pero firme, no permitir que entraran en los centros. La duda que estaba en la cabeza, y las discusiones de todos los vecinos era cómo iban a actuar los cuerpos policiales, ¿quiénes vendrían a impedir el voto?
Así fue la noche y la mañana del día 1 de octubre en los pueblos de Santa Maria de Palautordera y Sant Esteve de Palautordera, dos municipios de la comarca del Vallés Oriental y de apenas 9.000 y 2.500 habitantes, respectivamente.
A lo largo de la noche, como en muchos otros colegios de Cataluña, se realizaron actividades, conciertos, clases de yoga, bailes, juegos para amenizar la noche. Luego organizarían el espacio para los que pasarían allí la noche y dormir apenas unas horas hasta las 5:30 de la madrugada, cuando comenzaría la cuenta atrás en espera de la policía, y la urna.
A las cinco y media de la mañana los vecinos que no habían pasado la noche en la escuela, convocados y organizados por grupos de Whatsapp, fueron llegando poco a poco a la escuela. Algunos se dedicaban a preparar y servir el desayuno para sus compañeros, otros continuaban con las guardias. Todos esperaban la llegada de la urna en la que depositar su voto.
Sobre las 7:30 de la mañana llegaría un enviado de la Generalitat para entregar la urna y, entre aplausos y vítores, la depositó en la escuela de Fontmartina. Los encargados de la vigilancia insistieron en que debían estar mucho más atentos por miedo a que algún policía de incógnito entrara en la escuela y la requisara. El ambiente, a pesar de todo, era de tranquilidad y euforia.
A la media hora llegó una pareja de mossos, uniformados, pero en un coche sin identificativos. Después solicitaron que alguno de los vecinos se ofreciera como interlocutor. Una de las organizadoras se ofreció voluntaria, y entonces los mossos le realizaron una serie de preguntas para verificar cuál era la situación y el estado de la escuela. Tras debatir durante unos minutos, los mossos comunicaron que no procederían a precintar la escuela. Los vecinos aplaudieron la la decisión policial.
Una vez que la urna se depositó dentro y, en parte, asegurado el proceso de votación, los vecinos se aglomeraron en la puerta de la escuela para esperar su turno. Justo antes de que comenzara la votación, los servicios informáticos dispuestos por el Govern de Catalunya fueron bloqueados, boicoteados, según diversas fuentes, por las empresas de telefonía. Una hora más tarde, el servicio se restableció y se continuó con la votación.
A lo largo de la mañana la votación se fue realizando con total normalidad. Los vecinos hablaban de día histórico, pero con cierto miedo a que la Guardia Civil o la Policía Nacional llegaran en cualquier momento para interrumpir la votación. En un momento dado sonó una sirena y se hizo el silencio en la fila de votantes y los que celebraban fuera su participación. Eran los bomberos, que habían llegado para prestar apoyo y ayuda. Los vecinos lo celebraron aliviados y los invitaron a tomar un chocolate.
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