Edición de Nicolás Melini
Fotografía de Dino Ignani
Continuamos nuestras entradas poéticas de 7 Islands Magazine —que iniciamos con la colombiana Piedad Bonnett y continuamos, entre otros, con la española Elsa López—, con unos poemas inéditos de la poeta italiana Daniela Attanasio, agradeciendo al Instituto Italiano de Cultura de Madrid y a la traductora Alessandra Grassi su colaboración. Attanasio, poeta y crítica aún inédita en España, recoge en estos poemas el testigo de grandes poetas como Amelia Rosselli o Anne Sexton (no en balde les ha dedicado su tiempo), y quizás también —nos parece— el magisterio de grandes referentes como Anna Ajmátova, Wisława Szymborska o Sylvia Plath.
Nacida en Roma, Daniela Attanasio ha publicado los libros La cura del cose, 1994; Sotto il sole, 1999; Del mio e dell’altrui amore, 2005. Il ritorno all’isola, 2010; Di questo mondo, 2013; y Vicino e visibile, 2017.
Traducción de Alessandra Grassi
POEMAS
He dejado de decir algo que me pertenece,
que os pertenece también a vosotros si queréis ser mis amigos:
tendría que contaros cuánto amo a las plantas
cuando se reflejan en el viento igual que airones verdes
lo que me emociona el horizonte del mar
que surge de la oscuridad como un recuerdo y donde la luz
llega a tocar el agua sin descalzarla
contaros mis caminos nocturnos debajo de los arcos
de la Piazza Vittorio donde permanece la nada de tantas voces
y de la concentración de luz cuando baja a la mesa puesta
y también de la primera oscuridad del día (o de la primera magnitud del día)
cuando una alarma pone en escena la centella de la idea
–
yo soy esa que recoge las piedras pero no soy coleccionista
las aprieto en la mano solo para recordar el cuerpo
soy esa que escribe para no derrumbarse
para firmar después en el margen
lo que no es y no ha sido.
–
*
Había un silencio líquido en la hora veraniega
el agua en la fuente de Largo Cairoli hablaba despacio
el agua decía no renuncies, escribe
no dejes que el tiempo te mate
–
era un día avaro de luz
no veía nada de lo que pasaba en las calles
no sentía el viento cuando choca contra el pelo
arrastrándose en las hojas de los plátanos.
–
En esa nada del día
corría el riesgo de que el tiempo me superara
y era una bella sensación que había que vivir
una forma lenta de acompañarse en la idea de vida.
«Su escritura poética parece rechazar los módulos tradicionales de rima o métrica aunque con frecuencia recurre a metáforas y encabalgamientos que crean en el lector efectos de extrañamiento y suspensión, sorpresa y admirada interrogación, en línea con la convicción ética expresada por sus contenidos».
Alida Airaghi, Atelier
Desde el coche veo el negro del alquitrán que resbala hacia atrás
es el tercer o cuarto color de un pasillo de tierra
donde los árboles antiviento hacen sombra y las huertas
son breves oraciones en la orilla del mar. La tierra está en un ocaso permanente
las manchas verdes, como instrumentos de viento, soplan
fusionando polvo y aire
más allá de los campos el azul recoge de la mejor manera los reflejos del lapislázuli
Como ves la vida no se rinde
se engancha al cuerpo y tira, arranca la carne con titánicos picotazos
para alejarnos de allí, donde nos habíamos arriesgado
a chocar contra un muro.–
*–
He visto la mejilla del pasado apoyarse en tu espalda
y obligarte a volver donde ya has estado y donde los recuerdos
se hojean saltando, como el mirlo salta-setos de Glanmore—
—
mirando atrás con los párpados cerrados
fluyen en la oscuridad los rostros desfigurados que has amado,
que has intentado amar.
No hay palabras pero la sonrisa triunfa
sobre el frío estatutario de las cosas
el amor se deposita en las esquinas con el polvo
–nunca se separa de la materia–
y si te esfuerzas en recordar ves algún detalle
por ejemplo las uñas de las manos mal cortadas. –
*–
Sentada en el bar debajo de casa
he visto pasar entre las mesas
el brazo a lo largo del flanco, la mano apretada en puño
la misma mano que en las líneas cuenta la apariencia del futuro.
He vuelto a ver mi cuerpo cuando en aquel entonces se reía
nadando en el humo celeste de un cigarro
girando entre las mesas apartando sillas.
Junto con el cuerpo he visto la nada del alma en su forma
la he visto de espaldas, más alta que yo, más ligera
en esos años soñaba amores soberbios y amaneceres larguísimos
confundiéndose después con la vida real y si ha cedido algo
lo hizo temblando, temblando.
«Los que han tenido la oportunidad de escuchar a la autora recitar sus poemas, saben cómo evita cualquier énfasis, cualquier acento que no esté ya en las palabras elegidas, en el silencio que la rodea. Evitando las interferencias».
Paolo Di Paolo, epílogo a Di questo mondo
Ho trascurato di dire qualcosa che mi riguarda
ma che riguarda anche voi se volete essermi amici:
dovrei parlarvi di quanto io ami le piante
quando si flettono nel vento simili ad aironi verdi
di quanto mi commuova l’orizzonte di mare
che emerge dal buio come un ricordo e dove la luce
arriva a toccare l’acqua senza scalzarla
parlarvi dei miei percorsi notturni sotto i portici
di piazza Vittorio dove ristagna il niente di tante voci
e del raccoglimento della luce quando scende sulla tavola apparecchiata
ma anche della prima oscurità del giorno (o della prima vastità del giorno)
quando un antifurto mette in scena la scintilla dell’idea
–
io sono una che raccoglie sassi ma non sono una collezionista
li stringo in pugno solo per ricordare il corpo
sono una che scrive per non sprofondare
che scriverà fino alla resa
per poi firmare a margine
quello che non è e che non è stata.
**
*
C’era un silenzio liquido nell’ora estiva
l’acqua nella fontana di Largo Cairoli parlava lentamente
l’acqua diceva non rinunciare, scrivi
non lasciare che il tempo ti uccida
–
era una giornata avara di luce
non vedevo niente di quello che passava nelle strade
non sentivo il vento quando colpisce i capelli
strisciando sulle foglie dei platani.
In quel niente del giorno
correvo il rischio di farmi superare dal tempo
ed era una bella impressione da vivere
un modo lento di accompagnarsi nell’idea della vita.
*
Dalla macchina vedo il nero dell’asfalto che scivola all’indietro
è il terzo o quarto colore di un corridoio di terra
dove gli alberi frangivento fanno ombra e gli orti
sono brevi preghiere a bordo mare. La terra è in perenne tramonto
le macchie verdi, come strumenti a fiato, soffiano
ammassando polvere e vento
oltre i campi c’è un blu che raccoglie al meglio i bagliori del lapislazzulo.
Come vedi la vita non si arrende
si aggancia al corpo e tira, strappa la carne con titaniche beccate
per portarci via da lì, dove avevamo rischiato
di andare a sbattere contro un muro.
*
Ho visto la guancia del passato appoggiarsi sulla tua spalla
e costringerti a tornare dove sei già stato e dove i ricordi
si sfogliano a balzi come il merlo salta-siepi di Glanmore –
guardando indietro con le palpebre chiuse
scorrono al buio i visi sfigurati che hai amato,
che hai cercato di amare.
Non ci sono parole ma il sorriso primeggia
sul freddo statuario delle cose
l’amore è depositato negli angoli con la polvere
-non si separa mai dalla materia-
e se ti sforzi di ricordare vedi qualche dettaglio
per esempio le unghie delle mani tagliate male.
*
–
Seduta al bar sotto casa
mi sono vista passare tra i tavoli
il braccio lungo il fianco, la mano stretta nel pugno
la stessa mano che nelle linee racconta l’apparenza del futuro.
Ho rivisto il mio corpo che in quegli anni rideva
nuotando nel fumo celeste di una sigaretta
girando tra i tavoli scostando sedie.
Insieme al corpo ho visto il niente dell’anima nella sua forma
l’ho vista di spalle, più alta di me, più leggera –
in quegli anni ha sognato amori superbi e lunghissime aurore
poi si è confusa con la vita reale e se ha ceduto qualcosa
lo ha fatto tremando, tremando.
«Todo será sencillo. Desde el exterior llegarán las últimas voces, los últimos sonidos y por primera vez oiremos cosas verdaderas”. Es difícil entender si se trata de hundimiento o de una conquista. Lo que intuimos es el duro paso que ha precedido a esta densa y ultimada perentoriedad, perseguida hasta este punto con un furor iconoclasta semejante al feroz pudor que lo somete y que a veces recuerda al Sereni más desagradable y desesperado».
Biancamaria Frabotta, L’immaginazione
Reconocimientos
Daniela Attanasio ha obtenido el premio Dario Bellezza y el premio Unione Lettori Italiani por su libro Sotto il sole, y el Premio Camaiore por Del mio e dell’altrui amore. El premio Sandro Penna por la colección Il ritorno all’isola; y el Premio della Giuri Viareggio por Di questo mondo.
Figura en numerosas antologías, como: Poesía Italiana 1970-2000; Ganzani y Nuovi poeta italiani 6, entre otras. En 1989 tradujo Love Poems, de Anne Sexton, para la antología La oppia immagine, y en 1998 se ocupó del número monográfico sobre la obra de Amalia Rosselli para la revista Galleria.
Desde 2007 se dedica a la reseña anual de lecturas poéticas Teramopoesia.
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